HIJOS DEL VIENTO: TEJIDOS DE MÚSICA Y POESÍA

Por Íkaro Valderrama

En el 2010, cuando llegué por primera vez a la Federación Rusa, más concretamente a una ciudad llamada Ufá, en los Montes Urales, tuve mis primeros acercamientos a las músicas tradicionales de Siberia y Asia Central. Sin embargo, el primer instrumento al que le dediqué varias horas de estudio al día fue una flauta coreana llamada danso, hecha de bambú, la cual me regalaron mis compañeros de habitación, Dzhi Un y Ha Ion, en la residencia de estudiantes. Ellos (jóvenes extranjeros, como yo) me dijeron que en Seúl y en general en Corea del sur, el danso es un instrumento muy común en las escuelas y que prácticamente todos los niños aprenden a interpretar algunas melodías durante la primaria. Es difícil definir con palabras la sonoridad del danso, tiene algo melancólico y meditativo al mismo tiempo. En ese entonces mi interés primordial no estaba puesto en la música, sino más bien en la escritura; sin embargo, después de algunos meses de práctica con aquella flauta, empecé a recitar mis poemas con interludios improvisados de danso. El efecto me pareció verdaderamente hermoso  y fue así que surgió un interés por la música como posible complemento de mis creaciones poéticas.

Después fui aprendiendo el canto de garganta y llegaron otros instrumentos, la flauta kurai (de Bashkortostán, la república donde yo viví en un principio), el khomus o arpa de boca, el igil de Tuvá, el topshur altaico y el chatkhan de Jakasia. Con el paso del tiempo me concentré más en la música que en la escritura de poesía; sin embargo, desde muy temprano mantuve la conciencia de que mi interés no era solamente interpretar canciones tradicionales de Siberia con dichos instrumentos, sino más bien generar mis propias composiciones. De este modo, la música que empecé a componer no era estrictamente siberiana, sino una suerte de fusión de corte experimental. En mi primer disco, Transbaikal 2.1, no hay una presencia contundente de la poesía. Tendrían que pasar casi cuatro años antes de que me decidiera a retomar aquellas primeras intuiciones que me produjo la flauta coreana y empezara a buscar maneras equilibradas de entretejer música y poesía: el primer resultado es Hijos del viento, una grabación que sitúo en esa delicada frontera entre la versificación y la música.

Este proyecto consta de 13 piezas que se mueven de la recitación al canto. Siento que se trata de una obra exploratoria (de transición, quizás), en donde me atrevo a fusionar elementos y sonoridades urbanas, contemporáneas, con instrumentos tracionales: el cuatro, el chatkhan, el khomus, entre otros. Todas las letras/poemas son de mi autoría, exceptuando el track 7,"Prayer for Palestine", que es un poema del poeta nativo americano de la tribu cheyenne, Lance Henson, publicado en su libro Dead Zone y a quien tuve el gusto de conocer a medidados del 2018 en el Festival Internacional de Poesía de Medellín. En dicho evento también conocí al poeta nigeriano Nnimmo Bassey, cuyo libro I´ll not dance to your beat, me marcó definitivamente e inspiró el track 2 "Canción urgente".

Agradezco al equipo de Lobo Blanco Editores por asumir el reto de realizar una producción de corte discográfico y por hacer posible su distribución virtual. A continuación, dejo el enlace a "Canción Urgente" y los invito a buscar en las redes Hijos del viento,una propuesta que a mi modo de ver se incorpora a la corriente de trabajos artísticos que buscan en la ancestralidad y en el diálogo con las tradiciones de los pueblos originarios, formas distintas de expresión y herramientas para salvaguardar la naturaleza y la dignidad humana ante los embates desquiciados de la maquinaria neoliberal en América Latina y el resto del mundo.





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