Actualmente,
en el territorio que constituye la denominada República Jakasia, al sur de
Siberia, tan solo el 11 % de la población pertenece a la etnia jakasa, es
decir, al pueblo nativo. Siendo minoría en su propia república, los jakasos (al
igual que un sinnúmero de grupos aborígenes alrededor del mundo) corren el
riesgo de olvidar su lengua originaria y la preservación de sus tradiciones. Hoy en día,las nuevas generaciones no están particularmente interesadas en rescatar
su herencia cultural; la mayoría de los jóvenes jakasos habla ruso y estudia el
inglés como segunda lengua en las escuelas públicas.
Es en este
contexto en el que la obra de Alexey Topoev
adquiere una relevancia significativa, pues sus dibujos traen al presente las
historias épicas tradicionales y el saber ancestral del pueblo jakaso: héroes y
heroínas nómadas; chamanes, danzadores, caballos alados, o representaciones
impresionantes de la estepa y la taiga son algunos de los motivos que resplandecen
en sus cuadros. De cualquier modo, pese a que la obra de Topoev evoca imágenes
de la antigua tradición oral de los pueblos siberianos, sus dibujos se revisten
de un estilo contemporáneo que los acerca al formato de la novela gráfica o del
comic. En este sentido, Topoev logra levantar un puente moderno por el que las
nuevas generaciones pueden transitar en busca de sus propias raíces y
tradiciones.
Aleksey
Topoev nació en Vernaya Toya, una pequeña aldea al oeste de Jakasia, territorio
limítrofe con las Montañas doradas de Altái. Él mismo cuenta que si bien desde
la infancia empezó a interesarse por el dibujo, nunca consideró seriamente
dedicarse al arte. Esto cambió en el año 2000 ante una experiencia decisiva: el
momento en que escuchó por primera vez, en vivo, a un intérprete del
tradicional khai o canto de garganta.
Dicho intérprete era el joven estudiante de música Emil Terkishev, quien hoy en
día es uno de los más reconocidos músicos y compositores de Siberia, fundador
del legendario grupo Altái Kai y artista de renombre internacional. Topoev
relata que tras su encuentro con Terkishev su mundo interno se transformó de
una manera indescriptible. Las visiones que plasma en sus dibujos empezaron a
llegar una tras otra, sin premeditación alguna. “Ante la página en blanco no sé
qué es lo que voy a dibujar. El dibujo se va formando por sí mismo”, dice
Topoev al hablar de su proceso creativo. “Yo pinto la música”.
Pese a que
él mismo no es un especialista en la historia de los pueblos del Asia Central, los
académicos y conocedores de la épica siberiana reconocen que los detalles de
las vestimentas, los atributos o la apariencia misma de los personajes
fantásticos retratados en sus cuadros, coincide con los atuendos tradicionales
de los pueblos siberianos y con algunas de las historias épicas relatadas desde
antiguo por los khaiyi.
Desde el
momento en que tuvo sus primeras revelaciones como artista, Aleksey Topoev no
ha parado de dibujar. En 2010, algunos de sus trabajos fueron expuestos en París,
con motivo del Concurso Internacional Ventana a Rusia. También ha expuesto en
salas de Siberia y en Turquía. No obstante, él mismo confiesa que nunca ha sido
su interés exponer o ganar dinero con los dibujos que realiza. “Tan solo quiero
dibujar para el pueblo, para que no olvidemos a nuestros ancestros, ese es mi objetivo principal”.
CuandoAleksey Topoev me mostró sus dibujos por
primera vez, insistió en que se aprecian mejor con música de fondo. Música de
los pueblos nómadas del Asia Central, preferiblemente con la música de su amigo
Emil Terkishev, la que le trajo las primeras visiones y le abrió un camino como artista.Contemplamos los dibujos mientras suena de
fondo un tema clásico de Altái Kai. Entonces, realmente me siento transportado
a ese universo épico a través del ritmo galopante del topshur y de las poderosas imágenes plasmadas por Topoev. En ese
momento entiendo que es necesario escribir este breve texto para presentar por
primera vez su obra al público latinoamericano y, de paso, para remarcar los
esfuerzos de un artista nativo siberiano en busca de salvaguardar la memoria de
su pueblo.
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